Historias



Bien entrada la mañana del domingo salí a dar una vuelta por el barrio, compré media docena de medialunas de grasa, el diario y busqué un banco en plaza Rodríguez Peña para inaugurar el primer atado de cigarrillos del día.

Cuando el filtro indicó el agotamiento del tabaco emprendí el retorno al hogar por la descomprimida Marcelo T. de Alvear, a la que tan bien le sientan los fines de semana. “A la izquierda en Riobamba” indicaron mis pies y hacia allí nos dirigimos juntos. Venía con la cabeza gacha pero pude distinguir dos pantallazos: uno en los tonos azules y otro dentro de los rojizos. Me detuve, retrocedí y levante la mirada: era la Casa del Bicentenario, soberbio edificio restaurado y reacondicionado con motivo de los festejos del cumpleaños número 200 de nuestra Argentina.

“Muchas voces, una historia” se podía leer en uno de los ventanales de esa fastuosa edificación. Seguí mi camino, llaves en mano, e ingresé a mi domicilio. Seis pisos por ascensor, dos vueltas de muñeca y un golpe de aromas de las comidas de días anteriores. Me detuve en seco como invadido por un repentino pensamiento, por reflexiones urgentes: ¿Muchas voces, una historia? Había ruido por todos lados. Si hay muchas voces no pareciera posible que la historia fuera sólo una. ¿No nos hemos dedicado, sistemáticamente, a negar la historia oficial, la historia de los vencedores? ¿No reconocemos la especulación y la manipulación de la verdad que llevan adelante los manuales de historia en las escuelas? ¿no aceptamos que pudo haber sido tanto aceite como agua hirviendo lo que contuvo a los ingleses en 1806-1807? ¿no es cierto que si hay 10 hombres involucrados en una historia habrá 10 relatos diferentes de la misma?

Me pareció sospechoso que un gobierno cuyo discurso pretende evocar pluralidad, intente de semejante manera instalar un sentido unívoco, una “una historia” a pesar de las muchas voces cuya existencia reconocen. Pero es más ruidoso aún si ese mismo gobierno se autodefine como el reivindicador de los derechos humanos. ¿Dónde está el derecho de los hombres a contar sus historias si hay un gobierno que pretende contar “Una”?

Si vivimos en democracia y el lenguaje y la política son posibles parecería poco probable que la historia fuera sólo una, al menos en la multiplicidad de maneras de contarla. El mundo de los hombres es precario, inestable y está bien que así sea porque es lo que los constituye en su más pura naturaleza.

Los intentos de contar “una historia” han producido millones de muertes a lo largo de la historia y a lo ancho del globo. Como muestra de prudencia y responsabilidad por parte de quienes dirigen el país deberíamos (el pueblo) exigir el abandono de tales iniciativas.

La historia de los Kirchner no es “La” Historia de la Argentina. Les agradecemos profundamente el entusiasmo puesto en los festejos del bicentenario, pero la República no la inventaron ellos. ~ 09 junio 2010 1 comentarios

Que nadie se haga dueño

Argentina sin duda es un país “raro”. Es capaz de asombrar al mundo entero con actitudes fuera de lo común que van desde sus decisiones políticas, económicas, solidarias y patrióticas.

Argentina es una verdadera caja de sorpresas en la que inclusive la de Pandora también esta en su interior. Argentina tiene la extraña facilidad para convertirse tanto en una trituradora de sueños alcanzables, como depararte las facilidades para que cada uno de sus habitantes si se lo propusiera, deje volar sus ilusiones sin encontrar un techo que las deshaga.

Argentina ha tenido la autenticidad, la energía y la inteligencia de hacer trascender las fronteras con lo autóctono y con la misma intensidad ha tenido la tendencia irrefrenable de auto proponerse aquello de “comprar y adoptar” lo de afuera que es mejor.

Argentina la de los sueños e ideales igualitarios, la que siempre divulgó el federalismo como medio correcto de distribución de sus riquezas, se ha pasado el tiempo postergando esa declaración de principios con un unitarismo a ultranza que ha tenido como slogan destacado que “Dios atiende en la Capital Federal”.

Argentina, la de tierras fértiles, la de las mejores carnes, en donde los microclimas han permitido viñedos que han catapultado a los niveles más altos sus productos, la que ha vivido del campo y también lo ha denostado, la que ha enriquecido a muchos y empobrecido a los de siempre, no ha podido dejar de poner fronteras entre los gringos rubios que la han colonizado y los “cabecitas negras” que los han votado. Esa Argentina en el último fin de semana largo nos ha vuelto a asombrar.

Uno puede o no estar de acuerdo con el gobierno de turno, puede convivir o no con su especial manera de manipular o de ser, puede aceptar o rechazar sus caprichosas decisiones, lo que no puede hacer es dejar de reconocer que ese continuo machacar presidencial desde hace meses sobre lo que era o significaba el BICENTENARIO obtuvo en la conciencia popular justamente eso, tomar conciencia y las multitudes que se volcaron a las calles no han tenido parangones en nuestra historia y fueron motivadas por eso que cada tanto nos aglutina: el sentir patriótico.

No obstante dejemos en claro que este sentido patriótico no tuvo dueños,que fué auténtico, en donde el sentimiento se mezcló con la curiosidad. Por las dudas vió…no vaya a ser cosa que como pasa siempre “alguien” lleve el agua para su molino, saque ventajas y se sienta el tutor de las que fueron estas magníficas movilizaciones. ~ 07 junio 2010 3 comentarios

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