Las calles: un fiel reflejo de sus gobernantes.

La calle no se calla y no se debería callar, mientras existan gobernantes que hagan de nuestro país su juguete favorito.

Las calles son de los ciudadanos, de quienes impregnan con su personalidad cada rincón de Buenos Aires. Pero esas personalidades cambian y se tiñen de comportamientos indignos que se reflejan en todos los ámbitos de la vida; principalmente en la política y también en sus gobernantes. Se está gobernando al país desde la soberbia, la indiferencia, el bienestar personal, y es inevitable que estos valores terminen manchando las calles.

Cuando viajas en colectivo, taxi, en auto o subte, la intolerancia se hace evidente y cada vez más preocupante. Siempre se escucha algún insulto, se ven peleas entre la gente que se hace lugar en un colectivo, o peleas entre conductores que nunca ceden el paso.Todos los días nos vamos acostumbrando a los malos tratos, pero me pregunto: ¿cómo se dirige un país y sus ciudadanos hacia una mejor convivencia social, si el gobierno de turno se empeña en marcar las diferencias y hacer de nuestro país un lugar de luchas constantes?

Todo lo que somos es fruto de algo y me parece que queda claro que el malestar social reinante, notorio en la capital, es un fiel producto de lo que los políticos tejen con los hilos de nuestra democracia. ~ 29 julio 2010 0 comentarios


Vivir en Buenos Aires no es moco de pavo. Hay que armarse de paciencia, hacer oídos sordos y acostumbrarse ser un eximio tiempista callejero. Pero ¿por qué hay que acostumbrarse a lo malo? ¿Me tengo que acostumbrar a que mis “representantes” no me den lo que me merezco? ¿Y por qué tiene que ser normal planificar mi día según las protestas convocadas?

Por un lado, quienes deciden manifestarse en las calles tienen todo el derecho de hacerlo, y por el otro, los demás tienen todo el derecho del mundo a vivir en paz. Pero lo que sí es seguro es que si la democracia representativa funcionara como debería hacerlo, no sería necesario poner el cuerpo para reclamar lo que corresponde.

Parece que lo único que otorga esta versión argentina de la democracia, es el derecho de elegir a quienes después limitarán nuestras opciones. Los Kirchner se venden como Evita y Perón del siglo XXI, preocupados por la clase trabajadora, la justicia social y representar los intereses del pueblo. Sin embargo, las manifestaciones callejeras son el más claro reflejo de que esto no ocurre. El ruido de los bombos y de las cacerolas deja al descubierto el ruido que hace la tan promocionada política social del gobierno.

Deberíamos dejar de adaptarnos a lo que nos perjudica, y dejar de hacer como si ese ruido formara parte del paisaje natural de la cuidad. Existe un mundo en el que las soluciones no se encuentran a fuerza de protestas y en el que la democracia vale más que el derecho a tocar un bombo en la calle.
~ 21 julio 2010 0 comentarios

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