Un corte y una quebrada.

~ 22 septiembre 2010

El paisaje de Buenos Aires tiene una nueva cara. A los faroles de San Telmo, a los adoquines sobrevivientes, a los grandes árboles y a las largas avenidas, ahora se le suman los cortes y las manifestaciones.

Anoche me subí al colectivo ganadero de todas las horas pico, y un viaje que debería durar no más de diez minutos, se transformó en una odisea. A las dos cuadras ya nos habíamos desviado por una marcha de los estudiantes, y en seguida, nos encontramos una de de piqueteros. Salimos de la encrucijada y retomamos el camino, pero sólo para toparnos con 20 tipos que cortaban la calle y que todavía no entendí por qué lo hacían.
Adentro del colectivo la gente se bajaba harta de la situación y les gritaban cosas de todos los colores a los manifestantes, a los peatones, a los pasajeros y al chofer.
Todos nos sacudíamos en el samba al ritmo de los bombos, los insultos y los celulares. Las frenadas, los desvíos y los volantazos nos invitaban a quebrar el pasito y algunos perdimos el equilibrio. Totalmente saturada me solté para secarme la transpiración y me caí.

¿Con quién voy a quejarme?
¿Con el chofer que hace todo para cumplir un horario imposible?
¿Con los estudiantes que hacen valer su derecho a la protesta sin tener en cuenta el mío a transitar?
¿Con el Gobierno Nacional y el de la Ciudad que no coordinan recorridos y protestas, y que no preparan los colectivos para atravesar las peripecias urbanas que atraviesan hoy en día?

Como consecuencia de todo esto tengo un yeso en la mano.
Pero no todo es negativo… ahora, al menos, a veces me ceden el asiento.

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