El manoseo, un ritmo oficial

~ 14 febrero 2011





En las calles de la Nación está sonando un ritmo que no es nuevo, está entre nosotros desde hace 8 años. Pero se mantiene oculto detrás de discursos clientelistas, es un sonido que transforma las calles ya grises de Buenos Aires en calles todavía más grises y llenas de bronca. Un sonido que un grupo político oficial sabe bailar muy bien, donde los artistas de la palabra se visten de traje y se despeinan con un toque de progresismo falso, diciendo que están con el trabajador, para así lograr mover a las masas al antojo de sus plumas afiladas con tinta derrochada en cheques en blanco.


Mucha gente lo escucha y le resulta familiar, familiar a una realidad política que viene sonando desde hace mucho tiempo. Algunos bailan sin escuchar realmente de qué trata y otros pocos advierten que ya lo escucharon hace mucho tiempo y se mantiene igual, que no es más que otra mezcla de acordes carente de sentido, que no nos lleva a un baile liberador.

Este es un baile carente de pasos que alimenten el espíritu de un país, un país necesitado de política para la Nación y no de política para la división social. Este ritmo se baila al compás del violín oficial, que brilla ante las luces de las masas engañadas pero compuesto de madera podrida por dentro; el ritmo económico destinado al tambor de un dibujante que por ende no sabe nada de tiempos pero sí de hacer garabatos que engañan a los necesitados de ver un futuro mejor ante la falta de oportunidades.

Es un baile de idas y vueltas, de ritmos rápidos y lentos que sólo llevan a buscar la forma de que uno deposite un voto más en el sombrero oficial, mientras los pisotones de los artistas de la palabra nos pasan por encima cantando promesas que nunca se cumplen e insultando a los que se niegan a escuchar. El baile llega a los oídos desesperados de la gente necesitada, que un día son los elegidos para salir a bailar pero que al poco tiempo son cambiados por otros, dejándolos olvidados y abandonados en su miseria simplemente por no ser funcionales para el próximo acto. Así se juega una y otra vez con todas esas personas necesitadas de una luz que muestre una salida a esa miseria que no se apaga, y que se enciende con las promesas que escuchan. Pero lamentablemente el telón baja siempre en el 8º acto y la excusa siempre es la falta de tiempo. Este ritmo que retumba en las calles se llama manoseo.

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